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SAGRADA FAMILIA -C-

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap

Y, ¿Por qué me buscaban? ¿No saben que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?

SAGRADA FAMILIA -C-

Primera lectura: Eclesiástico 3, 2-6. 12-14
Lectura del libro del Eclesiástico

El Señor ha dado más honor al padre que a los hijos y ha confirmado la autoridad de la madre sobre ellos.
Quien respeta a su padre, verá perdonados sus pecados; quien engrandece a la madre, acumula tesoros.
Al que trata con respeto a su padre, sus propios hijos lo colmarán de alegría; cuando rece, será escuchada su plegaria.
Quien respeta a su padre, tendrá larga vida; el que obedece al Señor, reconfortará a su madre.
Cuida, hijo mío, de tu padre en su vejez y no le causes tristeza mientras viva; aunque le falle la mente, sé indulgente con él y no lo desprecies, tú que rebosas vigor. La limosna del padre, no caerá en saco roto: servirá para obtener el perdón de tus pecados.
 

Salmo: 127, 1bc-2. 3. 4-5
R/. Feliz quien venera al Señor,

quien marcha por sus caminos.
Feliz quien venera al Señor,
quien marcha por sus caminos.
Comerás del trabajo de tus manos,
serás feliz y te irá bien. R/.
Será tu esposa como parra fecunda
en la intimidad de tu casa;
serán tus hijos como ramas de olivo
en torno a tu mesa. R/.
Así será bendecido
todo el que venera al Señor:
«Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la dicha de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
 

Segunda lectura: olosenses 3, 12-21
Lectura de la carta a los Colosenses
Hermanos:
Ustedes son elegidos de Dios; él los ha consagrado y les ha otorgado su amor. Sean, pues, profundamente compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos. Sopórtense mutuamente y, así como el Señor los perdonó, perdónense también ustedes, cuando alguno tenga quejas contra otro.
Y, por encima de todo, practiquen el amor, que todo lo vuelve perfecto.
Que la paz de Cristo reine en sus vidas; a ella los ha llamado Dios para formar un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que el mensaje de Cristo
los llene con toda su riqueza y sabiduría para que sean maestros y consejeros los unos de los otros, cantando a Dios salmos, himnos y canciones inspiradas con un corazón profundamente agradecido. 
En fin, cuanto hagan o digan, háganlo todo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Esposas, respeten la autoridad de sus maridos; tal es el deber como cristianas. Maridos, amen a sus esposas y nunca las traten con aspereza.
Ustedes, hijos, obedezcan a sus padres sin reservas, pues eso es lo que agrada al Señor. Por lo que toca a ustedes, padres, eduquen con tacto a sus hijos, para que no se desalienten.

 

Evangelio: Lucas 2, 41-52

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén, a celebrar la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron juntos a la fiesta, como tenían por costumbre. Una vez terminada la fiesta, emprendieron el regreso. Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran.
Pensando que iría mezclado entre la caravana, hicieron una jornada de camino y al término de ella comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Y como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén para seguir buscándolo allí. Por fin, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Cuantos lo oían estaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se quedaron atónitos al verlo; y su madre le dijo:
—Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados buscándote.
Jesús les contestó:
—¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que les decía.
Después el niño regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre, guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón. Y Jesús crecía, y con la edad aumentaban su sabiduría y el favor de que gozaba ante Dios y la gente.

 

 

La escena evangélica merece ser leída con detenimiento: nos habla de la familia de Nazaret como una familia religiosa practicante; de la actitud de Jesús: una actitud de libertad, de madurez; de la búsqueda angustiosa  de unos padres, que aceptan pero no entienden… Todo se recompuso felizmente. Jesús volvió a Nazaret, y allí, en el espacio familiar, aprendió a hacerse y a crecer como hombre. Su madre aparece como el sagrario de las palabras de Jesús, esperando el momento de su plena comprensión y comunicación.
     

REFLEXIÓN PASTORAL

Si algo propician las fiestas navideñas es el encuentro familiar. Y no es esta una aportación irrelevante. Pero en la familia cristiana hay que ir más allá: hay que encontrar a la Sagrada Familia.
Los llamados “cambios de paradigma” afectan también -¡y cómo!- a la familia. No es el momento de describir sus múltiples rostros, pero sí de advertir de sus enormes riesgos.
La familia hoy necesita ser “resdecubierta”, “liberada” y hasta “redimida”. No se puede asistir impasibles a su desmoronamiento ni a su tergiversación. Es cierto que los tiempos nuevos demandan formas nuevas, lenguajes nuevos pero no hasta el punto de convertir esa novedad en una alteración radical.
La familia humana, en general, es una realidad “tentada” por distintos proyectos de configuración, y ha estar alerta para no apartarse de su perfil original. Este puede ser el gran servicio de la familia cristiana: contribuir a esa “renovación” de la familia. Pero, para ello, ella debe vivir en ese estado de “renovación”, pues “si la sal se vuelve sosa…” (Lc 14,34).  
“La familia es escuela del más rico humanismo” afirmó el Concilio Vaticano II, subrayando que “el bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar” (GS nn. 52. 47).
Los textos de la palabra de Dios iluminan el tema, arrojando chorros de luz sobre el mismo. Con un lenguaje muy tradicional, el Eclesiástico comenta los deberes inherentes al cuarto mandamiento: amor, respeto, comprensión con los padres, especialmente cuando la debilidad menoscabe sus vidas. Los padres no deben ser desplazados ni ignorados: son la memoria viva, con sus luces y sombras, del arco del arco de la vida. Los padres ancianos tienen el derecho a ser despedidos con la misma ternura con que ellos nos acogieron al nacer.
La carta a los Colosenses amplía el horizonte familiar a la comunidad eclesial, en la que deben reproducirse los sentimientos de una verdadera fraternidad, que se identifica como “familia de Dios” (Ef 2,19).
Y el evangelio nos ofrece el testimonio de la familia de Nazaret. Un espacio de crecimiento en el respeto, la libertad, y el amor.
La familia necesita confrontarse con modelos sólidos, dignificadores y regeneradores. La familia de Nazaret ofrece ese modelo: en su escuela podemos aprender las lecciones humanas y divinas para que el hombre viva en plenitud el designio familiar de Dios. “Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irremplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social” (Pablo VI, Alocución en Nazaret, 1964).

REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Me siento miembro de la familia de Dios? 
.- ¿Cómo vivo a la Iglesia?
.- ¿Cómo vivo a mi familia de carne y sangre?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

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