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DOMINGO DE RAMOS -A-

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús respondió: «Tú lo dices.» Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó: «¿No oyes cuántos cargos presentan contra fi?» Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado.

DOMINGO DE RAMOS -A-

 
 
1ª Lectura: Isaías 50,4-7.
 
    Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
 
*** *** ***
 
    El texto seleccionado forma parte una sección importante del libro de Isaías, denominada “Cantos del Siervo”. Estamos en tercer “canto”. Más allá de los problemas exegéticos sobre la identidad del “Siervo”, la figura que aparece en este canto es la de un hombre consciente de una misión encomendada por Dios, misión que le ha destrozado la vida pero no le ha arrancado la esperanza en el Señor. 
    En él se cumplen las palabras del salmo 23,4: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo tu cayado me consuela”, y las del salmo 21 (salmo responsorial) o aquellas otras de san Pablo “Sé de quien me he fiado” (2 Tim 1,12). Estos cantos han sido releídos y aplicados en parte a la persona de Jesús, en el NT y en la liturgia de Iglesia. 
 
2ª Lectura: Filipenses 2,6-11.
 
    Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y toda lengua proclame:¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre.
 
*** *** ***
 
    Nos hallamos ante un himno prepaulino, que posiblemente se remonte a la catequesis de san Pedro (Hch 2,36; 10,39). San Pablo lo inserta en su carta a los Filipenses y lo enriquece con aportaciones personales, entre las que destaca la mención a la muerte de cruz. Tampoco puede descartarse una alusión a la antítesis Adán-Cristo: mientras uno tiende a “autodivinizarse” (Adán), el otro opta por “rebajarse” (Cristo). 
    En el texto paulino se perciben dos momentos: uno kerigmático, centrado en esa opción del Hijo de Dios manifestada en Jesucristo (Dios y Hombre), que es revalidado por el Padre y convertido en Señor del universo, y otro parenético: exhortación a los cristianos a identificarse con esa opción humilde y de entrega del Hijo de Dios: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo” (Flp 2,5).
 
 
Evangelio: Mateo 26,14-27,66 (Relato de la Pasión)
 
... Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: + -«Tornad, comed: esto es mi cuerpo.» Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo: + -«Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre. » Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
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REFLEXIÓN PASTORAL
 
    El Domingo de Ramos nos introduce en la Semana Santa. Dos rostros muestra la liturgia de este día: a) la entrada en Jerusalén, y b) la presentación de la Pasión en una triple versión: narrativa (Evangelio de san Mateo), profética (la figura del Siervo de Isaías) y kerigmática (muerte y resurrección de Cristo, en la carta a los Filipenses).
    La entrada en Jerusalén, seguramente no conmocionó la ciudad, pero sí alertó a los dirigentes. Quienes aclamaban a Jesús sería un reducido grupo de discípulos y simpatizantes galileos. Jesús ya había venido en otras ocasiones a Jerusalén -el IV Evangelio habla de tres-; en las dos primeras subió a celebrar la pascua de los judíos; en esta, la última, subía a celebrar “su” pascua. Y cuidó los detalles.
     Los textos evangélicos subrayan el perfil mesiánico de Jesús, pero Jesús no se durmió en los laureles de las aclamaciones. Ese mismo día, según el texto de san Mateo, llevó a cabo un gesto profético y político de gran calado: la expulsión de los vendedores del Templo y el enfrentamiento directo con los sumos sacerdotes. ¡La suerte estaba echada!
      En el Domingo de Ramos no debería olvidarse este gesto de Jesús, reivindicando un Templo limpio, abierto, casa donde Dios sea patente y accesible a todos, sin limitaciones étnicas o económicas. Jesús elimina “la planta comercial” del Templo, y al Templo como “comercio”, para reivindicar su dimensión de casa de oración. No deberíamos quedarnos en un entusiasmado agitar de palmas. Hay que leer los signos escogidos por Jesús y su significación profunda.
     Conocida como “Semana de la Pasión del Señor”, deberíamos vivirla  como “semana para renovar la pasión por el Señor”. 
     Lo que celebramos en estos días no fue algo que pasó porque sí, sino  por nuestra salvación. Sentirnos directamente implicados, es el modo más responsable de vivirla. 
     Si no nos sentimos afectados, quedaremos suspendidos en un vacío vertiginoso. Si nos reconocemos destinatarios e implicados en esa opción radical de amor divino, hallaremos la serenidad y la audacia suficientes para afrontar las más variadas y arriesgadas alternativas de la vida (Rom 8,35-39; cf. I Co 4,9-13). Y hasta qué punto nos sentimos afectados por ese amor de Dios, lo sabremos en la medida en que seamos capaces de amar  como Dios manda, que es lo mismo que amar como Dios ama (Jn 15,12-13). No reduzcamos la Semana Santa a un “pasacalle” piadoso. Abandonemos la acera o el balcón e introduzcámonos en ella.
 
REFLEXIÓN PERSONAL
 
.- ¿En qué paso, en qué personaje de la Pasión me siento más identificado?
.- ¿Me esfuerzo en sentir y consentir con Cristo?
.- ¿Cómo vivo la pasión de Cristo? 
 
Domingo J. Montero Carrión, franciscano capuchino.

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