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DOMINGO I DE ADVIENTO -C-

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del hombre.

DOMINGO I DE ADVIENTO -C-

1ª Lectura: Jeremías 33,14-16.
 
    Mirad que llegan días -oráculo del Señor-, en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “Señor-nuestra-justicia”.
 
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    En pleno asedio a Jerusalén por las tropas del rey de Babilonia (587 aC), Jeremías, prisionero del rey Sedecías, acusado de minar la esperanza del pueblo y de la tropa, tras denunciar el fracaso de los reyes de Israel y de Juda en su tarea “mesiánica”, anuncia una nueva intervención de Dios, regeneradora de la dinastía y de la sociedad. Dios actúa a través de mediaciones históricas, pero siempre está más allá de esas mediaciones, alimentando la esperanza.
 
2ª Lectura: 1 Tesalonicenses 3,12-4,2.
 
    Hermanos:
    Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos, y que así os fortalezca internamente; para que cuando Jesús  nuestro Señor vuelva acompañado de sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre. Para terminar, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios: proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos en el nombre del Señor Jesús.
 
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    La esperanza cristiana se actúa en el amor mutuo y a todos; esa es la plataforma existencial del cristiano, mientras espera la venida del Señor. La moral cristiana no es una moral casuista. Pablo invita a los cristianos de Tesalónica a reproducir personalmente, con creatividad, los valores inherentes a la vocación cristiana.
 
 
Evangelio: Lucas 21,25-28.
 
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado que no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación por el dinero, y se os eche de repente encima aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del hombre.
 
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    A pesar del lenguaje “apocalíptico”, la venida del Hijo del Hombre, descrita por Lucas según la terminología de Dan 7,13s, será un gran acontecimiento de liberación. Entonces serán recapituladas todas las cosas en Cristo (Ef 1,10). Un proceso que ya ha comenzado. Los cristianos han de saber leer la historia, los signos de los tiempos, incluso en sus capítulos más sombríos, inyectando en ellos la dosis necesaria de esperanza, y colaborando para que en esos signos se perciba el proceso liberador de Dios.
 
REFLEXIÓN PASTORAL
 
     Estrenamos calendario. Hay que poner los relojes en hora. Comenzamos el año litúrgico con el tiempo de Adviento. La Iglesia, a través de los diversos tiempos -Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario- quiere concienciarnos a los cristianos para que vivamos e interioricemos el misterio de la salvación, meditando y celebrando sus contenidos más importantes. 
     No solemos valorar correctamente el tiempo de Adviento; nos parece un tiempo sin identidad, breve, de trámite, de tránsito para la Navidad. Es verdad que es un tiempo intermedio, no definitivo, pero ineludible y decisivo. Es el tiempo de la vida, de la creación entera. 
     Bellamente lo expresa san Pablo: “Sabemos que la creación entera gime hasta el presente… Y no solo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rom 8,22-24).
    En su libro/entrevista “Cruzando el umbral de la esperanza”, el Papa Juan Pablo II subrayaba esta dimensión.
      Un tiempo litúrgica y existencialmente “fuerte”. Es el tiempo bíblico por excelencia. Un tiempo crístico, por cuanto todo él está orientado a Cristo y por Cristo...; un tiempo crítico, en cuanto que ayuda a desenmascarar impaciencias y utopías, y a purificar y consolidar la esperanza... Y un tiempo eclesial: el tiempo de la Iglesia que celebra su fe “mientras espera la gloriosa venida del Señor Jesucristo”.
      Los textos bíblicos de este primer domingo pretenden suscitar en nosotros una reacción para que rompamos con ritmos de vida cansinos y rutinarios y elevemos los ojos a lo alto para descubrir esa figura que viene cargada de ilusión y salvación para la vida. 
      La primera lectura, tomada del llamado “Libro de la consolación” del profeta Jeremías, habla del gran día en que Dios suscitará a Alguien que hará justicia y derecho, acabando con el desencanto de los defraudados por la prepotencia y la injusticia. Y ese alguien será Jesucristo. Pero, ¿realmente ha acabado Cristo con el desencanto? ¿No damos la impresión de que no ha venido ni se le espera?
      El Evangelio, por su parte, con un lenguaje propio del género apocalíptico, habla de la venida del Señor en poder y gloria; y urge a vivir con lucidez y discernimiento: “Tened cuidado que no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero”.
      Desde la segunda lectura se nos hace una llamada a la esperanza responsable, activando el amor fraterno, que es verdadero artífice de la esperanza.
      Todo esto lo sugiere el tiempo de Adviento. No es, pues, solo, la evocación de Belén, no es un tiempo de añoranzas sino de esperanzas; no es un tiempo retrospectivo, sino la espera de la gran Navidad futura, cuando Dios nazca definitivamente en todo hombre y todo hombre renazca para Dios. 
      El Señor vino, vendrá y VIENE en cada instante y circunstancia, en cada urgencia del prójimo y en cada gracia. ¡No vivamos distraídos! ¡Y hay muchas formas de distraerse! ¡Y muchas distracciones!
 
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Con qué actitud me sitúo ante el Adviento?
.- ¿Mantengo esperanzas en la vida? ¿De qué tipo?
.- ¿Con qué alimento la esperanza?
 
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap. 

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