-

DOMINGO XXV -A-

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los último serán los primeros y los primeros los últimos.

DOMINGO XXV -A-

 
 
1ª Lectura: Isaías 55,6-9.
 
    Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
 
*** *** ***
 
   El profeta exhorta e invita a buscar al Señor, que es compasivo. Nada ni nadie está definitivamente perdido. El proyecto de Dios es inclusivo y de puertas abiertas. A diferencia de nuestros planes, mezquinos e inconsistentes, los de Dios están impregnados de misericordia infinita. 
 
 
2ª Lectura: Filipenses 1,20c-24. 27a.
 
    Hermanos: 
    Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero no sé qué escoger. Me encuentro en esta alternativa: por un lado deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero por otro quedarme en esta vida, veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
 
*** *** ***
 
    Desde la cárcel, Pablo escribe a la comunidad de Filipos. Sabe que su existencia está en las manos de Dios. Su opción por Cristo es tan fuerte que le lleva a relativizar las propias cadenas. Morir para estar con Cristo es una ganancia. Sin embargo vivir para anunciar el Evangelio le seduce igualmente. Es la encrucijada existencial de Pablo. Con todo, lo importante, más allá de sentimientos personales es que el Evangelio arraigue en la vida de la comunidad cristiana.
 
*** *** ***
 
Evangelio: Mateo 20, 1-16.
 
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo a mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a mi viña. 
   Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: Estos último han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. El replicó a uno de ellos: Amigo no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los último serán los primeros y los primeros los últimos.
 
*** *** ***
 
    Con esta parábola Jesús pone en evidencia a los que criticaban su comportamiento misericordioso con los pecadores. Les dice: “Así es Dios: bueno y compasivo, como aquel amo con los parados y sus familias; y yo actúo así en su nombre”. San Mateo, al incluirla en su evangelio, le da una nueva dirección: los destinatarios son los discípulos (Mt 19,23; 27-28). Y, mediante el añadido del v. 16, moraliza su sentido, acentuando la igualdad de todos ante Dios, para quien no hay primeros ni últimos. Por otro lado, de testimonios colaterales del NT (cf. Gál 1-2 y Hch 15), sabemos de la existencia de una tensión en la primitiva comunidad, mayoritariamente judía, por la entrada de no judíos en la Iglesia. Los planes y los caminos de Dios son más “altos” que lo nuestros.   
    El mensaje de la parábola es claro: teológico -revelarnos a Dios-, apologético -justificar la praxis de Jesús con los pecadores-, y parenético ejemplarizante -mostrarnos un camino de vida-.
 
 
REFLEXIÓN PASTORAL
 
    “Mis caminos no son vuestros caminos; mis planes no son vuestros planes” (Is 55,8). Estas palabras del profeta son una llamada de atención y también una crítica ante los intentos de configurar la vida personal y social al margen de la fe. 
     El profeta Isaías continúa: “Buscad al Señor...; invocadlo”. Sí; es necesaria esta referencia a Dios, si no queremos empequeñecer el horizonte del hombre. Porque sin ella el hombre es polvo, finitud, mercancía instrumentalizable en función de los más variados intereses.
      Y Jesús vino para reorientar los pasos del hombre en su búsqueda hacia la Verdad, hacia la Vida, hacia Dios. Con su palabra y su persona nos descubrió el verdadero rostro de Dios. Una de cuyos rasgos nos muestra el evangelio de este domingo. A primera vista, esta parábola resulta un tanto chocante, hasta parecer injusta. Pero, meditada con atención, veremos que es chocante, pero no injusta.
       La parábola, en primer lugar, enfoca a Dios. Un Dios que no funciona con criterios empresariales, de retribución mecánica, sino con criterios de misericordia y gracia. Un Dios integrador, que está saliendo constantemente a buscar al hombre para integrarlo en su Reino. Un Dios sin horas fijas. Un  Dios para quien no hay primeros ni últimos, sino que todos son hijos. Un Dios que quiere que el hombre mire al hombre no como un competidor, como merma de sus derechos y posibilidades (Mt 20,12), sino como hermano, con buenos ojos... Por eso, también, en segundo lugar, la parábola juzga los comportamientos humanos.
    ¿Pero este Dios así, es un Dios justo? ¿Entonces, para qué esforzarse tanto y durante tanto tiempo? Si pensamos así; si nos cuesta comprender este proceder de Dios, es que nuestro interior no es bueno: “¿Vas a tener envidia porque soy bueno?” (Mt 20,15).
     Cuando la felicidad ajena nos haga felices, habremos alcanzado la madurez y la libertad verdaderas. Eso demostrará que la proximidad al Señor nos ha permitido conocerle mejor y, consiguientemente, experimentar su amor. Pero si, por desgracia, somos duros de corazón, si su proceder generoso y misericordioso nos escandaliza y  entristece, quiere decir que, a pesar de haber estado tanto tiempo cerca, aún no le hemos conocido, porque el que no ama, no conoce a Dios, porque “Dios es Amor” (1 Jn 4,8).
    San Pablo, por su parte nos ofrece un testimonio de lo que es una vida seducida por Jesucristo. Jesucristo es su proyecto vital. Vive y con-vive con Cristo; existe y co-existe con Cristo; siente y con-siente con Cristo. Su vida queda configurada con la de Cristo (Rom 6, 1-11). Una configuración que redimensiona a la persona entera: sentimientos (Flp 2, 5ss) y mentalidad   (1 Cor 2, 16). Pero esto no le aísla de los hermanos. También por ellos siente un profundo amor. Y más allá de cualquier otra cosa, tengamos presente la exhortación con la que concluía el texto que hemos leído: “Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo”.    
 
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Cual o quién es el porqué de mi vida? 
.- ¿Me hace bien el bien ajeno? 
.- ¿Abro mis caminos a los de Dios? 
    
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

Otros artículos

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN -B-

El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

DOMINGO VI DE PASCUA -B-

Esto os mando: que os améis unos a otros.

DOMINGO V DE PASCUA -B-

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.

DOMINGO IV DE PASCUA -B-

Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.