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No solo de pan vive el hombre

P. Carlos de Villapadierna

El día 1 de enero de 1959 se publicaba el primer número de nuestra revista Evangelio y Vida. En aquel entonces su director era el P. Carlos de Villapadierna y en la página 3 relataba su primer artículo en el que daba a conocer los objetivos de la revista.

No solo de pan vive el hombre

En un mundo de insospechados y alarmantes progresos científicos, cuando el hombre pretende erigirse en dueño absoluto del universo y convertir en pan las pie­dras para saciarse plenamente, las palabras de Cristo al tentador conservan toda su sempiterna actualidad: "No de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4).

Esa palabra de Dios, que es espíritu y vida, que es pan que fortalece y nutre, agua que refresca y sacia, luz que orienta y esclarece, está contenida en la biblia, en el Libro de los Libros. Es una lástima que a muchos católicos, con deficiente formación religiosa les suene la Biblia co­mo a "libro de Protestantes". Se cuenta del Card. Man­ning que, entrando en el despacho de Wilfred Meynell, exclamó: "¡Cuánto me gustaría convencer a mis fieles de que la Biblia no está en el Indice de libros prohibidos!. La Biblia es patrimonio y herencia, no de los protestantes, sino de la verdadera Iglesia católica, apostólica y romana. Y ella nos la entrega a nosotros, sus fieles, para que, asi­milando las enseñanzas del Libro Sagrado, las convir­tamos en sangre y en vida". 

En tiempos tan críticos, de problemas religiosos tan hondos, una pregunta sangra en nuestra alma: ¿Hemos hecho ya todo por acercar a nuestros semejantes la bendi­ción de la Palabra divina, para que sus ojos brillen con nuevo fulgor y su corazón vibre con más ímpetu?
 
En la humanidad crece el hambre de lectura, y mu­chos pobrecillos se lanzan a devorar revistas o libros llenos de veneno. Frente a tanta literatura vulgar, malsana, o insulsa cuando menos, existe un libro dado por Dios a la Iglesia y por la Iglesia a los hombres, que se desborda en verdad y en grandeza: la Biblia. 

Y falta precisamente en el mundo de habla hispana una revista que ambiente al pueblo y lo capacite para leer con provecho espiritual la Biblia.

EVANGELIO Y VIDA, pretente:

... llevar a los fieles, de un modo sencillo y asequible, los ricos tesoros encerrados en el Libro Sagrado, sus valores literarios, el modo cómo debe leerse para que se convierta en luz y vida del cristiano;

... fundamentar en la Biblia las verdades del Credo y de la moral;

... dar a conocer el marco geográfico, topográfico, histórico y costumbrista donde nació y se desarrolló el Libro Sagrado;

... poner de relieve la vigencia actual de las enseñanzas bíblicas en el campo espiritual, social y político.

EVANGELIO Y VIDA, intenta:

... despertar un verdadero amor y ansias de comprender y saborear la Palabra divina;

... dar a los fieles un caudal suficiente de conocimientos que les capacite para dar razón de su fe, para contestar con seguridad a objeciones venidas de otras confesiones religiosas que han pretendido que la Biblia, interpretada según el propio juicio, patrimonio suyo exclusivo.

Todo este amplio programa lo compendiamos en dos palabras: "EVANGELIO Y VIDA"

  • EVANGELIO porque, en último término, toda la Biblia, desde el primer libro del Génesis hasta el último del Apocalípsis, se centra y recibe sentido de la gozosa Nueva anunciada por Cristo, principio y fin de todas las cosas.
  • VIDA, porque la palabra de Dios ha sido dada a los hombres para que sea luz, norma de conducta, fermento de transformación. lsaías lo expresa bellamente: "Como baja la lluvia y la nieve de lo alto del cielo, y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así la palabra que sale de mi boca no vuelve a mí vacía, sino que hace lo que yo quiero y cumple su misión" (Is, 55, 10-11)

¿Qué es la Biblia?
Es una pregunta que vamos a formular insistentemente a nuestros lectores, y a la que hoy contestamos con tres epígrafes, que encuadran y resumen el amplio programa a desarrollar en ulteriores artículos.

1-La Biblia es el Libro Universal.
A medida que avanza el tiempo y los estudios de la antigüedad se intensifican, esclareciendo las viejas y primitivas civilizaciones, la actualidad eterna de la Biblia y su verdad religiosa e histórica adquieren contornos más lúcidos y perdurables.

A través de los siglos, la Biblia ha sido el Libro de Texto, donde se forjaron las inteligencias y los corazones. La Biblia, además de una densa y primordial significación en el campo ético-religioso, encierra igualmente un valor histórico y cultural de primer orden: el derecho, la sociología, el arte y la política no se comprenden perfectamente sino a la luz del mensaje contenido en las páginas sagradas. Paul Valery, con frase exacta, afirma que la civilización occidental descansa sobre tres columnas: la inteligencia griega, el derecho romano, y la espiritualidad judio-cristiana. La más indispensable de las tres es la tercera, la espiritualidad judio-cristiana, contenida en la Biblia, puesta que da al conjunto su verdadera significación, su consistencia y orientación transcendentes. La espiritualidad judio-cristiana elevó a los pueblos de Europa y es la única capaz de transformar a los pueblos de color.

Donoso Cortés, en un discurso inmor­tal, ha dejado primorosamente descrito el valor de la Biblia por razón de su con­tenido y su influjo en las multiformes actividades del espíritu. "Libro prodigio­so aquel, señores, en que el énero hu­mano comenzó a leer treinta y tres siglos, y con leer en él todos los días, todas las noches y todas las horas, aún no ha acabado su lectura". De ahí que la Biblia haya sido y sea el libro más leído. Un cálculo aproximado arroja la cifra de dos ­mil millones y se incrementa anualmente con unos dos millones. Ello indica la universalidad y actualidad del Libro Sa­grado, de quien fue dicho: "El Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pa­sarán". (Me 13,21). 

2-La Biblia es un libro singular.

A pesar de las apariencias, la Biblia no es un libro como los demás. No puede catalogarse en ninguna colección litera­ria, porque es un libro superior y único. Esta propiedad la define el obispo de Estrasburgo, Monseñor Weber, con frase feliz: "La Biblia es libro de Dios y libro del hombre". 

  • Libro del hombre. La Biblia comprende una colección de setenta y tres libros, escritos por numerosos autores, a lo largo de casi dos mil años, en países distintos, en lenguas diversas. Cada autor escribe según su temperamento y el medio en que vive. Todos los géneros literarios es­tán representados, el histórico, el profé­tico. el lírico, poético y apocalíptico. Ca­da autor habla la lengua que conviene a su origen; así hay libros escritos en he­breo, en arameo y en griego. Esto hace de la Bibla un libro profundamente hu­mano que despierta el alma de quien a ella se acerca, resonancias ilimitadas. En la Biblia se hallan reflejados todos los sen­timientos del hombre en cualquier circunstancia de su vida: sentimientos de arrepentimiento, de confianza, de fortaleza, de adoración, de acción de gracias... En la Biblia hallan consuelo y aliento, el sacerdote, el gobernante, el viajero, el predicador, el que sufre, el prisionero, el pobre, el angustiado, el contemplativo y el hombre de acción, el joven y el viejo. Este carácter humano de la Biblia se refleja también en la belleza de estilo, en los penetrantes análisis psicológicos, en la pintura inimitable de los fenómenos atmosféricos y astronómicos. 
  • Libro de Dios. La Biblia, para quien cree en Cristo a través de la Iglesia, no es solamente ni primordialmente uno de los libros religiosos de la humanidad; es el único libro al que corresponde el títu­lo por excelencia de "sagrado" y "Santo". La Biblia es el único libro que tiene a Dios por autor juntamente con el hagió­grafo o escritor humano. Los escritores humanos están aunados por el soplo inspirador de Dios. Dios ilumina, mueve, guía, asiste a los escritores de tal manera que el mensaje que ellos formulan, es, al mismo tiempo que un mensaje del hom­bre, el mensaje de Dios mismo, la pala­bra de Dios. 


Así se explica la unidad, la orientación misteriosa que descubrimos en el libro sagrado. La Biblia es la narración de la obra de Dios en el mundo desde la crea­ción hasta el juicio último y definitivo, descrito en el Apocalipsis.

En el vértice de esta historia hay un personaje singular que aparece en el ca­pítulo tercero del Génesis. Poco a poco su fisonomía se perfila y concreta. Es el Mesías que anuncian, no solo los profetas sino los acontecimientos, ritos y pres­cripciones. No se comprende nada de la Biblia si no se tiene presente este doble hecho capital: la encarnación del Vervo y la Redención por la Cruz. Los libros posteriores a la venida de Cristo son pro­yección de su vida y enseñanzas. Así Cristo se constituye en centro luminoso, en punto de unión de todas y cada una de las páginas bíblicas; en vértice del mundo y de la historia, como dice S. Juan, "Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuan­to ha sido hecho" (Jn 1,3). "En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hom­bres" (Jn 1,4); por eso, Cristo es camino, verdad y vida; es también luz que ilumina gozosamente a todo hombre de buena voluntad (Jn 8,12; Jn 12,6).

3-La Biblia es el libro de la Iglesia.

La Iglesia es el pueblo elegido por Dios para participar de sus bendiciones y realizar sus promesas.
La Biblia nace, crece y vive en ese pueblo; se ha dicho que la Biblia es el "archivo sagra­do", "los papeles de familia" del pueblo de Dios. Estos escritos nacen de la vida de una comunidad que, desde Abraham, pasando por los profetas y apóstoles, se perpetúa en la Iglesia, fundada por Jesu­cristo, continuadora de la obra de los Apóstoles. Por eso, es de la Iglesia de quien recibimos la Biblia, y en unión con ella debemos interpretarla y leerla. 

Los mismos protestantes actuales la­mentan el funesto "slogan" de sus pa­dres, "la Biblia, y solo la Bibla es la reli­gión de los protestantes", negando toda otra autoridad. Cristo ha fundado su obra de salvación en el mundo; ha constituido en ella una autoridad suprema, asistida por el Espíritu Santo e infalible en las cosas de de fe y costumbres. Como en toda sociedad es la autoridad suprema la que fija el sentido auténtico de su legis­lación, así también la Iglesia posee el derecho de custodiar e interpretar las Sagradas Escrituras.
 
Una conclusión práctica se impone, siendo la Biblia el libro de Dios y el libro del hombre, es necesario tener en cuenta ambas realidades al intentar descubrir sus enseñanzas. En cuanto libro del hombre, exige un caudal de conocimien­tos que nos proporciona el especialista; y que nosotros queremos divulgar en es­ta sección. En cuanto libro de Dios, su lectura exige un clima espiritual adecua­do. Leerla como una historia o un tratado es quedarse en la carteza simplemente. A la palabra de Dios hay que llegarse con respeto, con amor, con piedad. 

Debe ser leída "con el mismo espíritu con que fué compuesta" para percibir lo que Paul Claudel llama "una constante, una creciente admiración". "Nadie cono­ce las cosas de Dios sino el espíritu de Dios", dice S. Pablo (I Co 2,11). 

P. Carlos de Villapadierna

 

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